Y el lobo, imitando la voz de la abuela, contestó:
- Son para verte mejor.
- Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor.
- Abuelita, ¡qué nariz más grande tienes!
- Son para olerte mejor.
Y ya asustada, siguió preguntando:
- Pero abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!
- ¡Son para comerte mejor!
(...)
Naturalmente, para ese momento, Caperuza no le podía quitar los ojos de encima, lo miraba inquisitiva, el Lobo de un impulso saltó de la cama, listo para devorar a Caperuza.
— ¡ So ! —, la mirada de Caperuza se dejó sentir en lo más recóndito del Lobo, éste se desconcertó, pero se dedicó a mirarla de arriba/abajo, se movió lento y empezó a recorrer en derredor el cuerpo de la Caperuza, se acercaba, retrocedía, olfateaba, pensaba, sonreía e intentaba penetrar las capas de ropa que cubrían su cuerpo, se paró delante de ella, con las manos en las caderas se echo a reír con socarronería, luego bufó tan fuerte que retumbó en la choza.
Quiso lanzarse sobre ella, nuevamente la mirada fría de la Caperuza lo detuvo, disminuyó su velocidad y fue a acurrucarse en los pies de la Caperuza dejando escapar pequeños lamentos de sumisión.
La Caperuza lo ayudó a levantarse, le ordenó quitarse con lentitud cada una de las prendas, dejando solamente la tanguita de la abuela, las mejillas de lobo se encendieron, avergonzado, bajó la cabeza hasta apoyar su barbilla en el torso.
— La siguiente vez, asegúrate que la tanguita sea al color de tus mejillas, lobo —, dijo Caperuza, sin dejar de mirarlo, metió su mano entre sus muslos, dio pequeños golpecitos a los lados para obligarlo a abrir las piernas.
Abierto y de pie, la posición era incómoda para lobo, Caperuza hizo a un lado la tanga, escarbó un poco entre su pelaje y pellizcó con dureza su dídimo, el lobo soltó un gemido, seguido de un quejido, al sentir que la continuidad de la caricia era un azote con la palma abierta de su ahora Dueña.
Caperuza, lo mantuvo duro, resistente, lo hizo gemir, llorar y dolerse en una deliciosa explosión de juegos y perversión.
Flácido y agotado, lobo se inclinó delante de ella, cerró los ojos y suspiró en el alma, cuando el peso de un collar de cuero negro se ciñó en su cuello.
UUf.... que buena mirada del cuento, extraordinario desenlace y excitante ademas...esto deja a los lobos muy mal parados, pero aun mas, satisfechos a quienes disfruten de ese arte de seducción..... gracias camila por tomar mi proposición . My atrevida, cuenta para las próximas convocatorias
ResponderEliminarLos tabúes forman parte de nosotros y nuestro entorno, Gustab y por lo mismo entiendo que veas la sumisión de lobo mal parada, pero imagínate todo lo que tuvo que borrar y redireccionar para dejar salir su verdadera esencia, para sentir esa libración que tenía aprisionada.
EliminarYa lo creo... muy bueno.
EliminarGracias
EliminarBello comentario me dejaste. Me gusta tu blog, tus textos y diseño. Te sigo de aquí en más...
ResponderEliminarMi comentario fue la respuesta a lo que me hizo sentir tu Tanka, Carlos, gracias por quedarte.
EliminarHay un cambio de roles, una alteración de estereotipos.
ResponderEliminarCaperucita no se deja intimidar. Incluso se convierte en dominante, avergonzado al lobo., quien será como un esclavo.
Por esa prenda, diría que Caperucita anda por los 18 años. Y la abuela anda por los 50. Que la madre de Caperucita la tuvo muy joven, seguramente siendo adolescente.
Un abrazo.
Hay que disfrutar más, si es necesario, los estereotipos hay que echarlos abajo, Demiurgo.
EliminarEl lobo, avergonzado y todo, ofreció su cuello para el marcaje, es lo que deseaba y lo encontró en la Caperuza.
A libre interpretación Demiurgo, tres generaciones de mujeres jóvenes y también cabe la posibilidad que la abuela se haya adaptado a los tiempos que corren.
A mí me fascina ver abuelas con mechas rosas o de otro color, montadas en una moto o de carácter jovial, se lo permiten, se vale mientras lo disfruten.
Un gran abrazo
Una versión totalmente nueva que favorece al placer y no solo al seguimiento que deja algunos pasajes de este cuento. Me gustó tu inspiración Camila.
ResponderEliminarMil besitos y feliz día ❤️
¿Por qué no modificar un poco los roles?, Aurora, ni siquiera me lo plantee, solo dio ese giro
EliminarFeliz noche, un abrazo fuerte
A veces cambiar los roles esta genial , como ha sido en este caso . Caperucita es más activa y el lobo pasivo..Un buen relato.
ResponderEliminarCreo que deje anteriormente comentario, pero nunca esta de más dejar otro ajja. Un saludo.
Cuando se han cambiado los roles, Campirela, es porque algo se intuye, hay señales.
EliminarBusqué y no hay comentarios en spam, no sé qué sucedió
Saludos
Creo que este cuento me lo contó mi propia abuelita de otra forma. Aunque todo cambia y esta es la versión del cuento que mejor me viene ahora.
ResponderEliminarEste sí es un final feliz en el que no se comen perdices pero se disfrutan otros placeres probablemente más intensos. Muy bueno. Saludos
Más acorde a nuestra edad y recorrido, Sergio.
EliminarBienvenido a estos pasajes
Saludos